sábado, 30 de diciembre de 2006

LAURA

Hoy se ha ido, nos ha dejado. Me pongo a escribir y no se muy bien que contaros de ella. Cuando me he enterado que estaba muy mal he llorado. Luego los acontecimientos han ido pasando tan deprisa y se han acumulado tantas tareas que hacer, que eso juntado con la rapidez con la que hemos tenido que asumir su ausencia hace que aun no tenga claras las ideas. Aun así intentaré recordar alguna cosa de ella.

Muchas veces su mano agarraba fuertemente mi brazo, tirando de él para que la escuchara, para que todos la escucháramos. Suponía que el hecho de tirar y apretar mi bracito, haría que todos callasen para oírla.

Era pícara, mucho. Le gustaba soltar alguna que otra brujería y guiñar un ojo. Lo dejaba cerrado, sonriendo de lado a lado, y mirando con cara de niña mala que acababa de hacer alguna de sus travesuras.

La costrada. Le gustaba la costrada. Pero no cualquiera, no, la Soriana. Recuerdo ese día en el que su hijo se empeño en decirle que cualquiera de los tipos de tarta que traía aquel “festival de tartas” era costrada. Y ella empeñada en que no, que no la engañábamos, que aquello no era costrada. Para terminar diciendo que sería costrada, pero no era la de Soria.

La última vez que la vi, me dio un enorme abrazo, con fuera. Junto con uno de esos besos de abuela protestota, que te agarra con fuerza, casi haciéndote daño y no deja que te escapes. Pero toda esa fuerza salía de la alegría que sentía. Estaba viva, tenía ganas de vivir, de vernos, de alegrarse por nosotros.

Me quería, claro que me quería, y yo a ella. Y ya las cosas no van a ser igual. Por que cada paso, cada presencia, cada ausencia hace que todo cambie.

Cada sitio que va quedando vacío en la mesa hace que las comidas cada vez sean más tristes. Y cada año las Navidades se van convirtiendo en fechas más desagradables, más incomodas, más desesperantes, desesperanzadas, añorantes… No se puede pedir felicidad por que sí, por que toca, no me da la gana de ser feliz por obligación.

Hoy no es un día feliz, hoy es un día triste, hoy se nos ha ido alguien muy querido.

Solo quería dejar aquí un pedacito de ella.

viernes, 29 de diciembre de 2006

CANSADA


Estoy cansada, sin ánimos, sin ganas. Ni de verte a ti, ni de ver a nadie. Me duele el cuerpo, me duele el alma, y mi ánimo anda por los suelos. Pero es Navidad, tienes que salir, ir, venir, hablar con la gente, rodearte de gente. No me apetece, quiero estar sola, tirarme al sofá a leer, pensar en todo lo malo que últimamente está saliendo a la luz y llorar. En soledad sin que nadie intente animarme, sin que nadie me diga un ya verás como todo se pasa. Estoy cansada de sentirme así, de que cada día me duela algo nuevo. El cuello, la cabeza, la tripa, el alma, el corazón, la mano… cada día algo. Cansada de aguantaros, y contesto mal, con mala leche mezclada con una ironía que no es la de siempre. Por que estoy cansada. Por que necesito estar sola y pasar de todo el mundo. Que a veces te cuentan algo y consiguen que todo se te venga encima, y que seas una cobarde, que metas la cabeza en el agujero, como los avestruces, pensando que si no hablas de ello no existe. Y cuando giras te encuentras de frente con la cruda realidad. Como dice un amigo “que quieres que le haga”, nada, no podemos hacer nada. Las cosas llegan se clavan en el corazón y ahí permaneces, clavadas, hundiéndose. Y tengo miedo, lo confieso, tengo miedo y quiero quedarme en casa, no quiero salir, no quiero. Pero tendré que hacerlo y mentiré, por que una cosa es que yo ande así, y otra muy distinta es hacer a los que me rodean participes de todo esto. No, cada uno que sujete su vela y yo con la mía.

Y claro, como siempre esto suena fatal, fatalista, tremendista, tremendo… y no es para tanto, que no, que ahora me lo parece y me pongo a escribir sin pensar y esto es lo que sale, pero algo cambiará, como siempre. Las cosas en este momento pueden ir a peor o a mejor, y me da en la nariz que alguna va a ir a peor. Todas a mejor no pueden ir, pero… que quieres que le haga…

lunes, 4 de diciembre de 2006

Vaya... un mal día... no me hagas mucho caso...

Dura por fuera, así me muestro. Por que en realidad, en la realidad de casi todo el mundo, nada está pasando. Y lo soy, claro que lo soy. Soy fuerte para soportar esto y mucho más. He soportado presiones peores, momentos más críticos y no se me ha notado. Me derrumbo a solas, y en cuanto me miras tengo la cara de siempre. Experta que soy en disimular. Pero aquí, necesito contarlo, por que duele, duele mucho. Pero me lo tragaré, como muchas otras cosas. Por que no soy pesada, por que si algo es de una manera por algo será, y sí, al final va a resultar que soy pesimista, pero es que estoy cansada de ilusionarme a lo tonto. De confiar, de querer, de sentir, de creer en el amor, en el enamoramiento, en la vida llena de aventuras y saltos al vacío… Cuando algo pasa, apuntas, tomas nota, repasas, subrayas y te quedas con lo importante. Te dices, uys, pues es verdad esto que he escrito aquí, esto que lo escribí casi sin enterarme, como un autómata que va tomando apuntes sin reparar en lo que a su alrededor anda pasando… pero relees, y asumes. Cuesta mucho, muchísimo asumir. Y más aun cuesta asumir sin certeza, asumir bajo arenas movedizas, que en cualquier momento te engullen o te hacen flotar de nuevo. Y cada día, cada palabra se clava, y aumenta la herida que andas intentando curar, intentando que cicatrice, pero quizá sea más honda de lo que piensas, quizá aun no haya salido todo lo que tienes dentro, y puede que no salga nunca y tengas que vivir toda la vida con ello. Con la duda, con la incertidumbre, con el dolor de la incomprensión, de la perdida, de la ausencia. Y todo eso te haga comportante de forma distinta y algún día, incluso pueda hacerte llorar. Llorar por la idiotez, por la estupidez, por el silencio. Y mientras tanto, mientras esa herida se mantenga abierta dolerá. En un dolor ciego para todos, mudo, sordo… que rebotará una y otra vez en mi cabeza, que acallaré con argumentos vacíos de mi y llenos de razón. Una razón que no soy capaz de tragarme y hacerla mía. Por que soy estúpida, lo sé, lo soy. Quizá ahí esté la cuestión. Quizá ahora si la soledad me acompañase caerían lágrimas de mis ojos, lagrimas reales. Pero ya lo dije antes. Es un dolor ciego para todos, un dolor mudo que no se puede gritar a los cuatro vientos. Un dolor que al no conocerlo nadie es fácil de alimentar. Como si toda tu piel te ardiese y no dejasen de abrazarte como muestras de cariño. Y tú, sonriendo como una estúpida… ¿ves? Al final llegamos al mismo punto, la estupidez.

Pero nada de preocuparse, que estoy bien. Que soy fuerte, muy fuerte. Que sí, que lo asumiré, lo aceptaré. No me pidas que lo entienda, pero sabré vivir con ello. Sé vivir con muchas cosas… en el fondo, tengo siempre la sensibilidad a flor de piel, pero puesto siempre el caparazón, de manera que nadie sabe lo que pasa por dentro, solo yo. Las heridas me las curo sola, soy fuerte, dura, entera… pero duele muchisimo.