jueves, 12 de junio de 2014

Anoche



Ayer me acosté, deslicé la sábana sobre mi cuerpo y anhelé tus manos sobre él. Cada día te miro y pienso si a ti te gustaría hacerlo, si querrías acariciarme mientras duermo. Y es que hay veces que mi piel arde, y no entiendo como no oyes los gritos que da. No entiendo como cuando me miras no escuchas como te llama, como llama a tus manos, para que me recorran, y sentir tu piel cerca, suave, fuerte, tranquilizando mis caderas, y alterando mis pechos.

No puedo decir que te eche de menos, ¿Cuándo te tuve para poder decirlo? Pero me lo imagino, y te miro, y te recuerdo y te lo digo cuando me giro y me voy, y cuando me callo y te escucho, y me miras, y no sé si me escuchas.

Tantas manos podrían pasearse por mis curvas, tantos dedos podrían jugar… tanta complicidad, tanta satisfacción podría pasar. Y tan pocas lo hacen. Tanto cariño desperdiciado, quedando soledad y frío en mi piel. Un roce fortuito, un suspiro… y ¿donde está mi caricia? Un ronroneo, los pelos de punta, la ropa que sobra… mi piel, mi cuerpo esperando, y tú, tú mirando y hablando. Tus manos hablando, y las mías diciendo “callaos, callaos ya y sentid en silencio”.

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