Ayer me acosté, deslicé la sábana sobre mi cuerpo y anhelé
tus manos sobre él. Cada día te miro y pienso si a ti te gustaría hacerlo, si
querrías acariciarme mientras duermo. Y es que hay veces que mi piel arde, y no
entiendo como no oyes los gritos que da. No entiendo como cuando me miras no
escuchas como te llama, como llama a tus manos, para que me recorran, y sentir
tu piel cerca, suave, fuerte, tranquilizando mis caderas, y alterando mis
pechos.
No puedo decir que te eche de menos, ¿Cuándo te tuve para
poder decirlo? Pero me lo imagino, y te miro, y te recuerdo y te lo digo cuando
me giro y me voy, y cuando me callo y te escucho, y me miras, y no sé si me
escuchas.
Tantas manos podrían pasearse por mis curvas, tantos dedos
podrían jugar… tanta complicidad, tanta satisfacción podría pasar. Y tan pocas
lo hacen. Tanto cariño desperdiciado, quedando soledad y frío en mi piel. Un
roce fortuito, un suspiro… y ¿donde está mi caricia? Un ronroneo, los pelos de
punta, la ropa que sobra… mi piel, mi cuerpo esperando, y tú, tú mirando y
hablando. Tus manos hablando, y las mías diciendo “callaos, callaos ya y sentid
en silencio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario