La inquietud siempre presente, el tener que hacer algo sin
saber que, ni cuando, ni porqué. Presión constante en el pecho, la mirada por
encima del hombro, a ver si lo haces bien o mal. No ser capaz de sentarte a
estar, de esperar a que la vida pase. Presión por todo, más presión. Miles de
ideas dando vueltas en la cabeza pero la incapacidad de poder ordenarlas, ni
aun haciendo la tarea se va, se queda el recuerdo que sigue atormentando, que
sigue contribuyendo al lío, a que nada quede claro. Intentar concentrarse en
algo pero no poder, porque vienen una y otra vez a la cabeza, como flechas,
ideas, preocupaciones, cosas pendientes, cosas hechas, hechas mal, hechas bien,
hechas y sin saber si las has hecho bien o mal. Falta de ilusión por todo, una
apatía, una linealidad en la vida horrible. No pasa la felicidad por mi mente,
cada suceso es uno más, sin más. Y soportarlo sola, porque hay que estar bien, tienes
todo para estarlo, no hay rendija por donde caer, o eso parece. Y así me
comporto, pero aun así, no es suficiente. Ni disimular lo hago bien. Llorando a
la mínima, reprimiendo lágrimas una y otra vez, siendo fuerte por todos, y no
siendo capaz de sacar fuerzas para mi, para conseguir estar bien de verdad.
Sentir que todo esto se me está yendo de las manos, y sentir rabia infinita por
esa debilidad de mierda. Pensar que la química es la solución, echar la culpa a
eso, a sustancias, a algo ajeno a mí misma. Buscar soluciones fuera en vez de
dentro, intentar que algo suceda ahí fuera, que limpie lo de aquí dentro. Y
mientras, en silencio, en mi puto silencio, ver como todo se va desmoronando.
Manteniendo la fortaleza mientras debo hacerlo, y decaer en los momentos menos
oportunos, destruyendo poco a poco pilares, royéndolos como un mísero ratón
cobarde. No, no tengo la fuerza para pedir ayuda, ni la valentía, ni para eso
valgo.