domingo, 19 de noviembre de 2006

ESPERAR

Me senté a esperarle. Llovía. Era uno de esos días en los que agradeces estar en casa, caliente, viendo la lluvia caer por la ventana. Estaba oscuro. Aun sentía su olor en mi piel, aun recordaba sus brazos asiéndome fuertemente, el calor que desprendía. Y me senté a esperarle. Con una taza de té en la mano, medio desnuda. Me quedé mirando por la ventana. Con tanta lluvia no se veía el camino, seguramente su llegada me sorprendería. El sonido de la puerta abriéndose me haría saltar de la silla. Cerré los ojos y me imaginé como me acariciaría el pelo, como sus dedos jugarían con cada uno de mis mechones. Sus manos recorrerían mi pecho haciéndome sentir la mujer más deseada del mundo. Me levanté, me impacientaba. Descalza recorrí la habitación de un lado al otro, oyendo únicamente el crujir de la tarima. A horcajadas me tomará, y me aferraré con mis piernas a su cintura, y con mis brazos a su cuello, para besarle, una y otra vez. Para sentirle, para tocarle con cada poro de mi piel. El tiempo pasa, el té se acaba. Me desespero. Necesito su boca, sus dedos, su cuello. Necesito su sudor, y el mío. Su aliento, sus jadeos… los míos.

Miro por la ventana, sé que no va a volver. Aun así, prepararé otro té.

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