jueves, 7 de junio de 2007

HISTORIA DE UN ABRAZO

Cuando Javier vio por primera vez el vídeo enseguida pasó por su cabeza que seguro que a Sara le gustaba. “Abrazos gratis”. Iba sobre un chico, que al perder a su madre y sentirse sólo decidió salir a la calle en busca de cariño regalando abrazos. Sí, seguro que a Sara le gustaba.

En cuanto Sara se conectó al Messenger, Javier le mandó el video. “Mira esto”, le dijo. Tras unos segundos en silencio los dos, apareció en la pantalla un muñequito lloroso. Sí, pensó Javier, le ha gustado.

Este gesto desencadenó una serie de acontecimientos, de promesas, de palabras tomadas.

Sara alegó enérgicamente que él nunca le había dado un abrazo. “Nunca lo has pedido” respondió seco Javier. Ella no hizo mucho caso a esa contestación, siguió alegando que le gustaban mucho, y que no era cuestión de ir pidiéndolos, que tenían que surgir en el momento adecuado. Si un abrazo se vuelve algo habitual, pierde la magia.

A partir de este momento, alguna vez al despedirse por el Messenger, Javier la enviaba un abrazo seguido de una carita sacando la lengua. Sara amenazaba con contar cada uno de esos abrazos y hacérselos pagar, uno por uno.

Llegó el cumpleaños de Javier. A las 0:00 Sara fue la primera en felicitarle. Al día siguiente empezó a vacilarle, felicitándole en cada uno de los mails que le mandaba. Al último de ellos, Javier contesto que como siguiese así se iba a ganar un abrazo.

Esa misma noche lo celebró. Y como en toda celebración había tarjeta de cumpleaños. Sara se encargó de pasarla para que todos la firmaran. Cuando llegó a sus manos a penas quedaba un pequeño hueco en una esquina para escribir. Cogió el boli y rellenó todo el espacio que tenía con la palabra “felicidades” poniendo un categórico “ya?” al final.

En un momento de la noche Javier se acercó a Sara, y cogiéndola del brazo la miró a los ojos y la dijo: “te debo un abrazo”. Ella bajó la mirada y ambos giraron sus cuerpos diluyéndose con la algarabía de la discoteca.

La noche iba pasando y el abrazo prometido no llegaba.

Llegó el momento de despedirse. Era el momento adecuado. Javier levantó un brazo y bajó el otro ofreciendo un abrazo convencional, el cual Sara rechazó, y pasó sus dos brazos alrededor del cuello de Javier, apretándose contra él.



Sara: seguro que ayer ibas tan pedo que ni te acuerdas del abrazo.

Javier: sí que me acuerdo, sí

Javier: …

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